De hecho ni siquiera es el mismo
que hace diez años, o como opinan algunos investigadores que el de hace siete
años. Y no me refiero a la pérdida de agilidad, a las arrugas o a aquellos
callos de andadera que se van consolidando en nuestro cuerpo con el paso de los
años. Literalmente el material con el que está construido nuestro cuerpo se
renueva constantemente. Átomos nuevos entran todos los días cuando ingerimos
alimentos y agua, mientras que otros salen con nuestras excreciones corporales.
Estos últimos no necesariamente son los mismos que ingerimos el día anterior,
muchos son átomos viejos que formaban parte de moléculas o de células que han
sido remplazadas por otras nuevas. De esta forma, nuestro cuerpo cambia poco a
poco y de forma continua sus materiales de construcción. Incluso las neuronas (que
a diferencia de las demás células tienen una tasa de regeneración muy lenta y pueden
durar toda nuestra vida) cambian constantemente las proteínas, carbohidratos,
lípidos y ácidos nucleicos que las constituyen. Es como si en un edificio
constantemente se cambiaran los ladrillos, las vigas, el sistema eléctrico y
sus demás componentes pero sin necesidad de tirar el edificio, cambiando
componente por componente hasta que después de varios años tenemos el mismo
edificio pero con materiales completamente distintos a los originales. Así que
cuando nos vemos al espejo no necesariamente estamos viendo a la misma persona
que hace algunos años, por lo menos físicamente.
Si nuestro cuerpo se renueva constantemente ¿por
qué no podemos hacer lo mismo con nuestras ideas o nuestras conductas? Sería bueno
contar con un sistema de recambio de aquellas que resulten obsoletas o
perjudiciales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario